JUEVES 3 DE JULIO DEL 2014.-
Hay ocho estrenos de diverso género y calidad. De éstos,
cuatro son nacionales (incluye una coproducción con Canadá). El amor está
presente en las producciones nacionales con diversos resultados, especialmente
desde lo estético. Veamos: “Amar es
bendito” es de Liliana Paolinelli con Mara Santucho y Claudia Cantero. Dos
mujeres forman una pareja igualitaria hasta que una decida quebrar el dúo y
mantener una relación hétero con un sujeto que no tiene los mejores
antecedentes pacíficos. En los planos estéticos, destacamos una buena
fotografía y realización cinematográfica en general. El tema pasa por los
diálogos y, en algunas secuencias, por las actuaciones. “El tercero”, de Rodrigo Guerrero, con Carlos Echevarría y Emiliano
Dionisi, plantea un encuentro casual de dos gays con la inclusión de un tercero
y el descubrimiento de una nueva forma de amar. La estética del film no nos
convenció. La austeridad visual no siempre es un logro. La pobreza de los
diálogos es el recurrente mal del cine nacional. Tanto “Amar…” como “El tercero” apuntan a un determinado público, y
en ambos films hay escenas que pueden resultar chocantes. Esto ocurre no porque
nos neguemos a ver una escena de besos entre mujeres u hombres o de pronto
seamos negadores de la realidad. Es mucho más simple: el cine comercial tiene
ciertas reglas tácitas que contemplan el
gusto del público en general y las escenas íntimas o casi íntimas, extensas
más en un film que en otro, nos remiten más a un cine XXX que lo deseable.
Apuntamos a la realización en ambas y, si bien en una nos gustó la fotografía,
en la otra la minimalidad o austeridad jugó en contra. Productos regulares
ambos.
En el caso de “Khumba,
una cebrita muy especial”, estamos en presencia de una nueva animación
sudafricana, realizada por Anthony Silverston. Una cebrita ha nacido con la
mitad del cuerpo sin rayas y es protegida por su mundo salvaje. Con personajes
que nos recuerdan a “Madagaskar” o bien a “El rey León”, se pasa una agradable
larga hora con aventuras que, no por conocidas, dejan de hacer pasar un buen
momento a chicos y grandes. Las voces en inglés son, entre otros, de Jake
Austin y de Liam Neeson quien, cuando no anda a los tiros cinematográficos,
hace estos “bolos” tan simpáticos.
“Oculus” es la película de terror semanal. De
Mike Flanagan, los productores de “Actividad paranormal” insisten en el horror
sobrenatural sin mayores pretensiones que la de asustarnos y bastante dentro de
lineamientos generales. Aquí la cuestión es un espejo con poderes especiales.
Cámaras, presente y pasado (poco más de 10 años entre ambos), se mezclan para
investigar la muerte de parientes (los
padres). Nada hay que no hayamos visto pero justo es reconocer que el producto
final cumple su objetivo. Es buena y para seguidores del género.
“Oldboy”, de Spike Lee, es la remake del film
homónimo del surcoreano Park Chan-Wook (2003), nos hace olvidar al gran
realizador de “Malcom X”, un “boom” en los 90, y nos acerca, con mucho
esfuerzo, al más gore Quentin Tarantino. Desde hace tiempo no tenemos noticias abundantes
del cine surcoreano, pero quedan en la memoria films tremendos, shockeantes y
novedosos. No es el caso de la remake de “Oldboy” que toma a un gran actor,
Josh Brolin (No country for old men, 2007) para un protagónico que cumple
rigurosamente pero sin la ayuda de un contexto narrativo que es mecánico y
previsible. El sadismo, la tortura, el sexo quasiexplícito, son secuencias que
se suman para ahondar en una narración sin gracia y oscura. Demasiado. La
crueldad oriental es bien diferente de la Hollywoodense: una encuentra bases en
reglas de honor ancestrales. La occidental no reconoce fundamentos culturales
más que los de la crueldad en sí (si bien, los espíritus sensibles no aceptamos
a ninguna de las dos). Esto se nota y el film de Spike Lee no nos regala nada
más que la oscuridad de la crueldad (el secuestro, la violencia, la venganza).
Samuel L. Jackson tampoco se luce (no es la primera vez) y lo que le sucede es
realmente desagradable. Está visto que no nos gustó nada.
Siempre hay revanchas. Una es “El inventor de juegos”, coproducción argentino-canadiense, de Juan
Pablo Buscarini (El ratón Pérez). Con David Maznuz, Joseph Fiennes, Tom
Cavanagh, Megan Charpenter y Ed Asner. Es la historia del pequeño Iván Drago
quien un día, en un parque de diversiones, toma contacto con la llamada
Compañía de Juegos Profundos. Es una historia ágil, que nos pone frente a
valores como la perseverancia y el legado familiar. Está basada en un libro del
argentino Pablo de Santis, quien participó del guión, y nos introduce en el
realismo mágico de esta parte del mundo donde también reconocemos algo de
“Harry Potter”, sin ninguna pretensión. Y éste es otro punto a favor del film.
Excelentes actores internaciones filmando en la Argentina durante más de 50
días, un libro de chicos de autor nacional con un director probado que, sin la
parafernalia de Hollywood, logró un atrapante y bello film para la familia. Nos
encantó.
La otra posibilidad de ver una historia agradable es “Mi gran oportunidad” del inglés David
Frenkel. Basado en el caso de Paul
Potts, el vendedor que se presentó al “British Got Talent” y ganó, lanzando un
primer álbum titulado como este film en inglés, “One chance”. Su versión de
“Nessun Dorma” cautivó al público y jurado. Ésta es su historia, con los vaivenes
de la narración cinematográfica que, en este caso, enriquecen una historia de
por sí llena de matices y de valores. Nos gustó, recordamos “Billy Elliot” y,
si bien “Mi gran…” no tiene el entorno social de los 80 de Elliot (la huelga
minera), nos enfrenta a valores de vida que siempre son apreciados como el
tesón, la perseverancia, la familia, y los buenos temas musicales, tan ausentes
en general de la cinematografía nacional (por no decir de toda ella). ¿Biopic?
Sí pero, sobre todo, un film agradable e interesante.
Pero la sorpresa de la semana, ésa que nos invita a
explayarnos, es “Amor a la carta”…
AMOR A LA CARTA
De Ritesh Batra. Con Irrfan Khan y
Nimrat Kaur. Duración: 104 minutos.
EXCELENTE. RELATO EXQUISITO
Pocas películas hindúes vemos en nuestra cartelera. Y siempre
que se tuvo la posibilidad, fueron pequeñas joyas. “Amor a la carta” no es la
excepción. El debutante Ritesh Batra toma como actor protagónico al afamado
Irrfan Khan, aquel relator de “Pi, una aventura extraordinaria”, y a una
bellísima actriz, Nimrat Kaur. Siguiendo la tradición de Bombai, las esposas
preparan el almuerzo para sus maridos y un efectivo “correo de launcheras” se
encarga de recogerlas, darlas y traerlas vacías al hogar. Sin embargo, la
exquisita comida de ILA un buen día llega al escritorio del taciturno Saajan
Fernandes, a punto de jubilarse. Las cartas van dentro de los potes, y, sin
querer, ambos redescubren la posibilidad de volver a vivir. Ila, paciente y
amorosa, tiene un marido que la ignora. Y Saajan es viudo y se considera muy
viejo sin serlo.
Cuánto encanto en la narración debe haber para que la mayor
parte del film transcurra en ese servicio de comidas y uno lea lo que cada
protagonista le escribe al otro, sin más amor que el que va creciendo en la ficción
y en el alma del espectador. La realización es impecable, plácida y rítmica y a
la vez, siendo esa pareja atípica central la disparadora de temas interesantes
como la vida socioeconómica de la ciudad, el ritual del trabajo del hombre
común, las condiciones de bienestar tan alejadas de nuestro consumismo
occidentalista.
Hay belleza aún cuando la cámara no tenga planos largos que
muestren colinas multicolores. Hay belleza en los diálogos, en los gestos, en
eso que no se escribe y que se “clima”, envolvente, en una fotografía magistral
sin necesidad de otro efecto que no sea el buen encuadre.
Es una película deliciosa, tal vez más rica que la comida que
prepara “Ila”. Es también un bálsamo entre tanta chatarra cinematográfica. Para
los que amen el cine, éste es el film.
Elsa Bragato