JUEVES 7 DE ENERO
DEL 2016.-
Siete títulos se
incorporan a la cartelera de cines del país. Entre ellos, la simpática versión
de “Snoopy & Charlie Brown: Peanuts, la película”, de Steve Martino,
tomando los personajes que, en 1950, creó Charles M. Schultz y luego de una
larga charla con la familia del caricaturista. La pandilla “Peanuts”, tan
querida por los episodios conocidos en televisión y en gráfica, acompañan a
Snoopy y Charlie Brown en un simpático aprendizaje. Steve Martino es uno de los
pioneros de la animación en computación por lo que el resultado es fantástico.
Para los más chicos y… los grandes también.
Aparece el intenso
drama social “Alias María”, de José Luis Rugeles, film colombiano que
tuvo gran éxito en el Festival de Cannes, donde se relata la vida de una niña
de 13 años, embarazada, que pertenece a la guerrilla y que es obligada a cuidar
al hijo del comandante, a cuyo parte asiste. Ella también está embarazada y se
niega a abortar. Está muy bien filmada y es una intensa historia que refleja el
horror de vivir en guerra y el sometimiento de las mujeres, aún de las niñas,
obligadas a servir a los guerrilleros y a cargar con fusiles. Finalmente está
el excelente documental argentino “Bronces en Isla Verde” de Adriana
Gurcovich, que nos muestra un festival de música con instrumentos de bronce en
esa localidad cordobesa, cercana al límite con Santa Fe y con Santiago del
Estero. El festival inicia, a fines de enero, su décima edición.
CAMINO A LA PAZ
Escrita y dirigida
por Francisco Varone. Con Rodrigo de la Serna, Erneste Suárez, Elisa Carricajo,
María Canales, entre otros. Música de Vox Dei. Duración: 94 minutos.
MUY BUENA. VIAJE
HACIA LA ACEPTACIÓN
“Camino a la paz”
es la ópera prima de Francisco Varone, quien llega a la pantalla grande con una
“road movie” para relatarnos lo que ocurre dentro de un Peugeot 505 desde
Buenos Aires a La Paz, en Bolivia. Son 3000 km de viaje, en un viejo auto que
conduce “Sebastián” (Rodrigo de la Serna). Su compañero es un mendocino de
ascendencia árabe, “Jalil”, interpretado por Ernesto Suárez, también
concretando su debut en el cine. Como dato, Suárez tiene una exitora carrera de
dirección en más de 50 obras en toda América Latina.
“Sebastián”, recién
casado y sin dinero ni trabajo, acepta la propuesta del anciano “Jalil”, de 72
años, quien sufre insuficiencia renal y quiere reencontrarse con su hermano en
La Paz. La convivencia en el automóvil no es cómoda al comienzo: hay roces,
molestan las migas de comida, hay oraciones de Jalil, y la necesidad de parar
continuamente por su problema renal. Por su parte, “Sebastián” tiene sus
hábitos: fumar, poner muy fuerte la música de Vox Dei y celar por la pulcritud
del vehículo.
La propuesta
resulta atractiva y dinámica: se alternan diversas localidades habitadas por
árabes, sus ceremonias religiosas, con fiestas. El estado de salud delicado de
Jalil, la convivencia forzosa con un joven que es lo opuesto, dos perros
rescatados, un hecho delictivo que se padece, el “naufragio” del auto en un
arroyo, van conformando las personalidades y adecuándolas a una convivencia
forzosa. Para ambos personajes, hay un aprendizaje inevitable: “Sebastián”
siente un efecto liberador porque logra comprender el sufrimiento de “Jalil” y
sus necesidades, mientras que éste aprende a entender que su obligado conductor
es un joven con otras costumbres.
Tanto Rodrigo de
la Serna como el “debutante” Ernesto Suárez se ponen al hombro los personajes,
y los dotan de una gran humanidad, jugando un ajedrez vital para sobrevivir en
la difícil empresa de andar juntos durante tantos kilómetros. La sensibilidad
que trasunta el film de Varone es a flor de piel, conmueve con este viaje que
nos habla, además, de la cultura de la aceptación, de la no exclusión, del
respeto por el otro. Más que promisorio comienzo para el realizador Francisco
Varone, basándose en una narración sin fisuras, en un dúo actoral sólido, y en
una fotografía atractiva y diferente.
(NdeR: Rodrigo de
la Serna realizó una road movie, Diarios de motocicleta, dirigida por Walter
Salles, sobre el viaje del Che Guevara con su mejor amigo).
Carlos Pierre
RESURRECCIÓN
Guión y dirección
de Gonzalo Calzada. Con Patricio Contreras, Martçin Slipak, Vando Villamil,
Adrián Navarro, Ana Fontán, Lola Ahumada, entre otros. Música de Supercharango.
Duración: 100 minutos.
BUENA. TERROR
GÓTICO EN BUENOS AIRES
Gonzalo Calzada es
un referente del género de Terror Gótico en nuestro país y prionero del relato
fantástico desde los 90. “Resurrección” toma las bases del género indicado, con
la singularidad de mezclar elementos clásicos como casas tenebrosas, intriga,
muertes sospechosas y satanismo.
Ambientada durante
la epidemia de fiebre amarilla que asoló Buenos Aires en 1871 (en 1980,
filmaba, con el marco de la epidemia, Javier Torre junto a José Wilker y
Graciela Borges), el film de Calzada abroda el tema del miedo a la muerte, de
la incertidumbre atroz y fatal ante lo que puede ocurrir. Martín Slipak compone
a un joven sacerdote que, impulsado por una visión mística (toma un crucifijo
entre sus manos apretándolo hasta lastimarse), asiste a las víctimas de la
terrible epidemia. Viaja kilómetros para llegar a Buenos Aires pero, antes, se
detiene en la quinta de su familia, para ver a su hermano, su cuñada y su
sobrina, también infectados. Mientras enfrentan la muerte, el casero (Patricio
Contreras) se muestra enigmático, sin explicar su buen estado de salud.
Entre velas
mortecinas, horribles muertes y vómitos de sangre, para recordarnos que estamos
en un film de terror gótico y gore, solo queda la posibilidad de un curandero
(Vando Villamil), al que el sacerdote recurre. Los payés de la tradición
litoraleña se funden en este pedido desesperado de curación.
Calzada maneja con
precisión el misticismo y el curanderismo manteniéndose en los postulados
elegidos por lo que predominan el suspenso, la ambientación encantada y los
golpes de terror. Un notable staff técnico y artístico apoyó este film, creando
una atmósfera asfixiante y nihilista a lo largo de los 100 minutos. Resulta un
producto cautivante para los amantes del terror gótico con el buen sello de lo
argentino.
Carlos Pierre
LA GRAN APUESTA
De Adam McKay. Con
Christian Bale, Ryan Gosling, Steve Carell, Brad Pitt, Marisa Tomei, Melissa
Leo, Selena Gómez, entre otros. Música de Nicholas Britell. Duración: 130
minutos.
MUY BUENA. K.O. A
WALL STREET Y LA BANCA
Sobre Wall Street
se ha filmado mucho. La película más reciente es “El lobo de Wall Street”, de
Martin Scorsese, del 2013, con Leonardo Di Caprio en un gran trabajo. Sin la
ampulosidad ni los excesos del personaje de ese film, Adam McKay logra una
comedia negra o tragedia cómica sobre la explosión de la burbuja financiera del
2008 en los Estados Unidos con consecuencias en todo el mundo. Cuatro hombres
fuera de Wall Street pero ligados al mundo de la Bolsa, emprenden una riesgosa
iniciativa de apuestas. “Michael Barry” (Christian Bale) descubre que, en la
depresión de 1930, que se extendió hasta 1933 inclusive, una de las
características fue el bajo interés de las hipotecas bancarias y los préstamos
continuos a ciudadanos sin solvencia económica. Entonces, decide apostar a esta
gente, reunidas en “bonos tóxicos”, o sea el conjunto de bonos de los no
pagadores, a través de un seguro multimillonario del que el Deutsche Bank se
ríe pero acepta: “Somos Wall Street, si quiere dejarnos dinero, lo aceptamos”.
El espectador se encuentra con un vocabulario desconocido: swaps, por ejemplo,
con “inserts” donde una Selena Gómez o una rubia en una bañera con espuma nos
explican de qué va siendo tanto lenguaje exótico para los legos en economía.
Otros financistas
fuera del centro de Wall Street, reales “outsiders”, siguen este loco ejemplo,
mientras piden ayuda a “Ben Ricker” (Brad Pitt), quien abandonó el centro de
New York para radicarse en Los Angeles. El secreto de esos “bonos tóxicos” es
que ningún banquero los revisó. La gente incluida allí nunca iba a pagar el
crédito o la hipoteca porque o no tenían trabajo o se retrasaban. Todos eran créditos
con bajísimo interés no redituables para los bancos durante décadas. Y se
pueden vender a mexicanos incautos…
El film está
exento de glamour: solo largos diálogos entre estos “outsiders” de las
finanzas, y en ello reside el interés atrapante del film: en esas charlas que
grandes actores como Christian Bale y Steve Carell manejan con enorme autoridad
actoral. McKay mueve la cámara de manera tal que el clima claustrofóbico
(oficinas, bares, restoranes) se torna atrapante entre primeros planos y tomas
rápidas y precisas. Es necesario esforzarse para entender las complicadas
maniobras bancarias, y es lo que fascina y atrae, sin panoramas turísticos de
New York. La única excentricidad pertenece a “Michael Burry” (Christian Bale),
quien no deja de tocar la batería en su oficina.
El título inglés
es “The big short”, exactamente “el gran corto”, significó la apuesta a los que
no pagaban, los “cortos”, o sea a las acciones que no iban a dejar rédito
alguno. Fue el beneficio de unos pocos en medio de la eclosión de Wall Street:
si una stripper tenía una casa, un departamento y acciones, ganando muy poco,
algo estaba pasando… Créditos sobre créditos.
Más que
interesante propuesta de McKay que, lejos de ser ardua aunque nos exija cierto
esfuerzo intelectual, atrapa, fascina. Ni las severas matemáticas ni las sucias
maniobras financieras logran aburrir cuando están en manos de grandes actores y
un realizador avezado.
Elsa Bragato
EL PRECIO DE UN
HOMBRE
Guión y dirección
de Stephane Brizé. Con Vincent Lindon, Ives Ory, Karine de Mirbeck, Thieu
Schaller, entre otros. Duración: 94 minutos.
MUY BUENA. LA
EDUCADA VIOLENCIA EMPRESARIAL
“Thierry”,
desempleado durante más de un año, es el protagonista de esta historia con
sesgos sociopolíticos muy claros que responden plenamente al título original,
“La loi du Marché” (La ley del mercado). Vincent Lindon, quien ganó el premio
como mejor actor en el último festival de Cannes, encarna a este cincuentón que
debe mantener a su mujer y su hijo. El presente es angustiante y ya no le quedan
ahorros. Buscar trabajo a los 50 es tan difícil en Europa como aquí: existe una
declarada violencia empresarial que se ejerce con “educada cohesión” a través
de tests, por ejemplo. Poner a prueba al empleado, una constante social que se
acrecienta en el mundo. Finalmente, “Thierry” logra ser vigilador de un
supermercado, enfrentándose a otro submundo: los robos subrepticios de clientes
y empleados, delitos menores que ponen a prueba su integridad moral. Un hecho
trágico en ese lugar le da un giro a la historia.
El tono menor de
Stephane Brizé es un tanto exagerado y lento pero tiene relación directa con la
soledad del “Thierry” dentro de una sociedad impiadosa. Su furia es contenida y
así es la narración de Brizé. Las leyes laborales aplastan su angustia y su
íntima rebelión. Los dueños y accionistas están detrás de los réditos de las
inversiones a costa de lo que fuere, del precio de una vida o del honor de un
empleado.
Stéphane Brizé y
Vincent Lindon se conocen muy bien, ambos son directores y actores, por lo que
hay profundos vasos comunicantes entre lo que Brizé desea expresar y aquello
que Lindon refleja en su rostro. Es un film silencioso y punzante, lento y
profundo, que va desde los valores del ser humano hasta las leyes laborales que
lo deshumanizan. Para ver y pensar.
Carlos Pierre