JUEVES 14 DE MAYO DEL 2015.-
Cuatro estrenos renuevan la cartelera cinematográfica. Entre ellos, “Sin
hijos”, de Ariel Winograd, con Maribel Verdú y, en estos días, la nueva
aparición de Diego Peretti (la semana pasada fue “Showroom). Se le agrega el
film animado “El séptimo enanito”, de origen alemán, que nos narra la
historia de “Bubi”, quien viaja al futuro junto a sus compañeros. Fue dirigida
por Boris Aljinovic.
MAD MAX, FURIA EN EL CAMINO 3D
De George Miller. Con Tom Hardy y Charlize Theron en los protagónicos,
gran elenco. Música de Junkie XL. Duración: 120 minutos.
REGULAR. REMAKE SIN MÍSTICA
En 1979, George Miller rodó la primera de las tres películas “Mad Max”
con un ignoto actor australiano, Mel Gibson. La mirada distópica de un mundo
sin petróleo y carencia de agua conmovió a los espectadores de entonces. Los
viejos automóviles utilizados en la película se pusieron de moda porque el
film, contra todos los pronósticos, se convirtió en un éxito que permitió rodar
dos más: “Mad Max, el guerrero de la carretera” en 1981 y “Mad Max, más allá de
la cúpula de trueno” en 1985. La primera es considerada hoy un film de culto. Y
esta “furia en la carretera” que llega al cine de la mano del mismo Miller es
la “supuesta” remake en la que Gibson despuntó como “celebrity”.
En verdad, esta película, la número 4, carece de toda magia o mística.
Los primeros 34 minutos iniciales son una furiosa corrida de coches armados con
partes de otros en un desierto rojizo donde la crueldad entre las bandas urbanas
sobrevivientes tiene su clímax gracias a los efectos especiales y a un
perturbador 3D innecesario y hasta forzado.
No por éxito de taquilla debemos ser complacientes con el material que
se nos ofrece, aunque se trate de la remake de un film más que exitoso. Aquí
solo se exacerba la criminalidad, Mad Max es una suerte de “mascarón de proa”
con una máscara en el rostro al mejor estilo “Hannibal Leckter” muy alejado del
entonces aniñado Gibson. Hay secuencias que hoy molestan: grupos de mujeres con
pezoneras extrayéndoles leche, salvación en lugar del agua faltante. Si antes
pudo ser un “futurismo” delirante, hoy es inadmisible. Las cuevas en las
montañas, con niños tiznados o enharinados, mujeres escuálidas embarazadas, y
la fiereza de los contendientes, resultan exageradas. Aún más cuando no hay un
guión que sustente sino una linealidad exasperante. Los personajes no tienen
carnadura, son simples depositarios de una gloria que no les pertenece.
Se comprende que los “buenos” intentan salvar a las mujeres y a los
niños y que los “malos”, aunque se trate de sobrevivir, sojuzgan con el poder.
Pero todo está tan teñido de ruidos, criminalidad, brutalidad, que no se
encuentran puntos en común con la propuesta de la primera película de la
trilogía. En todo caso, con elementos de las dos restantes.
Y, con la atronadora banda sonora de Junkle XL, la violencia que se
ejerce sobrepasa el futurismo, la creatividad, y el buen gusto. La lucha entre
Theron y Hardy es una secuencia lograda, un hombre y una mujer enfrentados brutalmente
a puño limpio. La extraemos como lo más logrado. El resto es un montón de
efectos especiales sin marcas de automóviles que se puedan destacar como antes.
Son máquinas de matar por sobrevivir.
No es la primera ni la última película sobre un apocalipsis. Y habría
sido mejor que Mad Max quedara en el recuerdo y en el cable que esta remake
donde se han invertido millones a diferencia del escueto presupuesto de la
primera. Esta vez, la recreación de George Miller queda en un gusto personal:
lo hizo. Para ver corridas por desiertos, gritos guturales y mujeres
destratadas, ésta es la película.
Elsa Bragato
TRASH, DESECHOS Y ESPERANZA
De Stephen Daldry. Con Martin Sheen, Rooney Mara, Wager Moura, Eduardo
Luis, Gabriel Weinstein, entre otros. Música de Antonio Pinto.Duración: 111
minutos. Coproducción Gran Bretaña y Brasil.
MUY BUENA. REDENCIÓN EN EL BASURAL
Dos niños (encarnados por Rickson Tévez y Eduardo Luis), en medio del
inmenso basural de Río de Janeiro, encuentran junto a la complicidad de un
tercero (Gabriel Weinstein) una billetera y un libro. Comienza una aventura
ininterrumpida, teñida con fuerte acento social y político, donde impera la
corrupción de los llamados “dueños del poder” en connivencia con la policía.
Martin Sheen compone al esforzado sacerdote que ayuda a los niños en la iglesia
donde recalan, junto a su asistente (Ronney Mara)
Basada en la novela de Andy Mulligan, el realizador Stephen Daldry (el
mismo de “Billy Elliot), logró imponer una magia redentora aún en las imágenes
más dolorosas que dan los basurales y la cercanía del cementerio (uno de los
“secretos” de la historia).
La infancia es el camino
redentor, el futuro, comprometido seriamente por obra y gracia de los que
mandan, de los que poseen el dinero, la riqueza que aplasta y que desnutre. Nos
reconocemos en este retrato que conmueve, porque es una realidad que nos rodea,
que no queremos. Pero que está.
Es, dentro del dolor que produce la miseria, un guión amable, pícaro, al
que se le ha buscado un buen motivo para que estos niños actores se luzcan. No
hay tremendismo sino una solución cinematográfica. Quien tiene sensibilidad,
saldrá del cine con el corazón desbocado, tratando de encontrar que ese grito
social tan opacado sea fuerte de una vez por todas para terminar con la
opresión de los que detentan un poder dictatorial sobre millones de pobladores
de todo el mundo.
Carlos Pierre