JUEVES 18 DE SETIEMBRE
DEL 2014.-
Hay 8 estrenos entre
films nacionales e internacionales que incluyen la “versión extendida” “Nuovo
cinema paradiso”, de Giuseppe Tornatore, de 174 minutos y que no comentaremos.
“Las aspas de Molino”, de Daniel Espinoza García, es un documental sobre la confitería El
Molino, coincidiendo con el proyecto de
expropiación y puesta en valor de Liliana Mazure en el Congreso Nacional.
Interesante.
“Tunteyh o el rumor
de las piedras”, de Marisa Rubino, es un muy buen
documental sobre la vida en Formosa de las comunidades Wichi, al menos una de
las más rezagadas en cuanto a vivienda y condiciones mínimas. Viven de la caza
y de la pesca, y esta última va mermando por el desvío del río Paraguay. Además
el agua se va contaminando por la explotación minera en Bolivia. Tiene una
fotografía muy lograda y el clima con planos medios y largos es excelente. Un
documental didáctico especialmente para nuestros gobernantes.
“Malka-una chica de
la Zwi Migdal”, de Walter Tejblum, tiene un noble
propósito pero, aún con la historia de Malka Abraham, polaca judía traída y
prostituída por la Zwi Migdal (banda destruida en 1930 por una polaca raptada) en
principio, queda a mitad de camino porque se construye su historia a través de
testimonios que no aportan mucho y, como eje de los mismos, está el propio
director. Es decir, hay más búsqueda de testimonios que éstos. Malka fue
prostituida por una red internacional que operaba en la Argentina, y su
asesinato, ocurrido en 1958, quedó impune. Pocas fotografías, mucha charla
telefónica para construir un documental que quedó a mitad de camino. Es decir,
en la preproducción.
MAZE RUNNER, CORRER O
MORIR
De Wes Ball. Con Dylan
O’Brien, Ki Hong Lee, y juvenil elenco. Música de John Paesano. Duración: 113
minutos.
BUENA. FILM DISTÓPICO A
LA MANERA DE “GRAN HERMANO”
Un film más sobre
jóvenes obligados a sobrevivir. ¿Otro “gran hermano” sin tanta intriga ni
novedad? En principio, digamos que sí. “Thomas” es capturado por científicos y
enviado, en una jaula, a un lugar “the glade”, o sea un espacio verde a manera
de oasis pero, en este caso, con gigantescas paredes de cemento que lo cercan,
éstas se abren por la mañana y se cierran a determinada hora. Se mueven más
allá de ellas formando laberintos que cambian. En el espacio verde conviven
varios jóvenes, atrapados de la misma manera. Solo uno es capaz de salir y
correr antes de que las moles de cemento se cierren y lo aplaste. “Thomas”
demuestra su capacidad como corredor- runner y se suma a la búsqueda de una
salida junto con su nuevo amigo “Minho”, a cargo de Ki Hong Lee.
Los monstruos están a
la orden del día: afuera hay horribles y gigantescas arañas biomecánicas. Es
decir, son arañas “verdaderas” a las que científicos ‘malditos’ les agregaron patas
como agujas y un sistema de control remoto en sus entrañas. Cuando quedan
atrapadas entre las moles de cemento y éstas se cierran dejan un desagradable
pastiche de músculos, sangre y hierros.
La cuestión es correr,
darse cuenta de los laberintos que van surgiendo, y enfrentar los celos del
resto de los jóvenes, alterados por la llegada de “Teresa”, la única mujer.
Todos padecen de lo mismo: no recuerdan nada de lo vivido y por qué están allí.
Salvo el nombre. ¿Hay alguien que los pueda manejar, son un “experimento”?
La película no llega a
atarnos a la butaca. Es previsible y floja en las secuencias de acción. Nos
deja, en cambio, un montón de preguntas que, tal vez y más allá de la saga
en la que está basada, escrita por James Dashner en el 2009, fueron motivo de
interés literario en forma subliminal: ¿es un anuncio de sociedades
hipervigiladas? ¿Actúa como una suerte de Edward Snowden, desnudando una
práctica común de los países del primer mundo? ¿Es un anuncio de cómo viviremos
dentro de unas décadas? Así como la obra de George Orwell, “1984” (originó el
formato televisivo “Gran hermano”) es una novela “distópica” o “antiutopía”,
donde se muestran sociedades indeseables, el film “Correr o morir” (Maze
runner, o el corredor del laberinto) es una película distópica o antiutopía. La
realización en sí es endeble, más de lo mismo como solemos decir. La idea no es
novedosa. Y el elenco es prácticamente desconocido. Pero, por las dudas,
estemos atentos… no sea cosa que ya vivamos en una distopía.
Elsa Bragato
LAS INSOLADAS
Guión y dirección de
Gustavo Taretto. Con Carla Peterson, Luisana Lopilato, Marina Bellati, Elisa
Carricajo, Maricel Alvarez y Violeta Urtizberea. Música de Gabriel Chwojnik.
Duración: 100 minutos.
REGULAR. “ALLO SPIEDO”
EN UNA TERRAZA PORTEÑA
Gustavo Taretto nos
asombró con “Medianeras”, film atractivo. Llega con “Insoladas”, film que
retrata una determinada situación de seis jóvenes mujeres tomando sol en la
azotea del edificio, año 1995 con 40 grados. Taretto siente lo urbano, no caben
dudas, desde las paredes de cemento hasta las terrazas. Nos podemos remontar a
mediados de los 60 cuando se impuso la “terraza-beach”, una manera “cool” de
tomar sol cuando no se tiene dinero y la sociedad ordena estar bronceada. Desde
ese punto de vista socio-económico, la idea es buena.
Las seis actrices
(Peterson, Lopilato, Bellati, Carricajo, Alvarez y Urtizberea) son bellas y
cumplen sus roles con todo el oficio del que son capaces. La cuestión pasa por
la propuesta que es estática y con mucha pretensión: indagar la psicología
femenina. Es una obsesión de directores de teatro y de cine tratar de ver qué
les pasa por la cabeza a las mujeres cuando deciden algo, desde estudiar salsa
como las chicas de la terraza, hasta ponerse una bikini y dorarse “allo spiedo”.
Tienen un sueño: viajar al Caribe. Cuentan con 15 días de vacaciones y un
concurso de baile para tratar de cumplir con un “dorado” menos urbano.
Los parlamentos son
extensos, aburren, la indagación psicológica se vuelve banal, trivial. Nada hay
que nos conmueva en las charlas de estas seis jóvenes que hacen honor al
título, “insoladas”. Las escenas son lánguidas y tienen una sorpresa que es la
pelopincho que aparece. ¿Cómo llegó hasta allí? Elipsis narrativa? Hay
situaciones que, aún sorpresivas, se vuelven inverosímiles.
La fotografía hace un
gran aporte a la narración. Aunque el film se torna muy rutinario y de
psicología femenina no hay nada salvo la curiosidad propia del varón, ésa que
ejercita en los clubes o charlas de café. La idea no deja de ser original pero
se queda sin desarrollo porque no se plantea un conflicto, solo un sueño a
cumplir. Consideramos un pequeño
hallazgo: en las terrazas porteñas hay vida y puede suceder de todo. Tuvimos
mucha expectativa. Salimos del cine con decepción.
Carlos Pierre
UN MUNDO CONECTADO
De Terry Gilliam. Con
Christopher Waltz, Matt Damon, Tilda Swinton, Melanie Thierry, entre otros.
Música de George Fenton. Duración: 107 minutos.
REGULAR. AMPULOSO
DESAFÍO A LA CIENCIA Y AL CINE
Terry Gilliam se
caracteriza por su fabulosa imaginación y la ampulosidad y vehemencia de su
narración audiovisual, desde “Doce monos” o “Monty Python” hasta este film
titulado “The zero theorem”, o bien “Un mundo conectado”, donde volvemos a
vivir una historia de sociedades distópicas, no deseables. “Qohen Leth”, a
cargo del gran Christopher Waltz ganador de dos Oscars, es un genio de la
tecnología que vive en un mundo conectado y controlado por una enigmática
figura llamada “La dirección”. De él espera la respuesta que es el meollo
argumental. Su vida no parece muy placentera, rodeado por un Cristo sin cabeza
y ratas que buscan comida. Su cubículo cibernético y la publicidad que estalla
en los alrededores han convertido al mundo en un lugar inhabitable.
Los temas que arroja
Terry Gilliam son numerosos, desde fundamentos de la astrofísica hasta
ontológicos como es la existencia en sí, el alma, y Dios, en medio de un caos
de conectividad sujeto todo a una respuesta. Desde el “Big bang” hasta la
solución del llamado “teorema zero”, que podría dilucidar el significado de la
vida misma. Muchos ítems para desarrollar con un personaje principal que está
atosigado por la realidad y la ciencia. Y así se siente el espectador: metido a
presión en un mundo muy complejo con montones de problemas que Gilliam tira y
deja sueltos. ¿Por qué nuestro personaje está en tamaña situación? Se
desconoce. Y el “agujero negro”, que devora toda materia, es tema que sobrecoge
poniendo una buena dosis de fatalismo. Ni siquiera complace visualmente la
playa en la que el protagonista encuentra un pequeño solaz a su atribulada
vida.
La ampulosidad y la
creatividad de Terry Gilliam tienen su expresión máxima pero, al mismo tiempo,
una complejidad irresuelta que transforma el film en un puzzle ingrato.
Carlos Pierre
LUCY
Guión y dirección de
Luc Besson. Con Scarlett Johansson, Morgan Freeman, Min-sik Choi, entre otros.
Música de Eric Serra. Duración: 89 minutos.
MUY BUENA. SCARLETT, LA
HEROÍNA DE BESSON
Woody Allen la lanzó
como una de sus “musas” hasta que Scarlett Johansson recayó en las manos del avezado
francés Luc Besson en este film donde entramos en un thriller intenso y
sangriento con nexos en la ciencia-ficción. Es la heroína digna de cualquier
cómic famoso, con la aparatosidad de los efectos especiales que Besson utiliza
“a piacere”.
Lucy (Scarlett
Johansson) tiene vacaciones en Taipei, lugar exótico si los hay para unos pocos
días de descanso, y sale con un joven que tiene relación con un mafioso coreano
(Min-sik Choi). La obliga a llevarle una maleta por lo que la participación de
Pilou Asbaek (el galán en cuestión) dura muy poco: lo matan a balazos. De aquí
en más, Lucy pasará por duras pruebas y la transformarán en “mula” de una droga
cuyos alcances en el cerebro humano son desconocidos: la CPH4, que las mujeres
producen durante el embarazo.
Patadas por aquí y por
allá hacen que reviente la bolsa de plástico que le insertaron a Lucy por lo
que su cerebro tendrá un desarrollo superlativo, desconocido para la ciencia.
Morgan Freeman compone al especialista en el tema y a quien recurre Lucy. Hasta
el momento, solo se sabe que el ser humano utiliza el 10 por ciento del cerebro
y el delfín, el 20%. ¿Qué le puede pasar a una persona que, por obra y gracia
de una droga, alcanza a utilizar el ciento por ciento de su materia neuronal?
Contado así, da la impresión de un film frío, sin gracias, o muy críptico, como
el de Terry Gilliam. Luc Besson hace lo contrario de su colega: toma la idea y
la transforma en un policial con todos sus clishés que incluyen persecuciones
por un París siempre atractivo, así como el uso asombroso de las computadoras que
hace Lucy quebrando la dureza del relato plagado de tiros y muertes.
La magia de Besson está
en transformar a Lucy en una heroína, a pesar de que la pasee por toda la
historia de la Humanidad, la acerque a un homo-primate, o la lance al comienzo
del mundo en medio del Big Bang. Es lo menos afortunado del film que, sin
embargo, divierte, entretiene, tiene humor sin hacernos transitar por una
engorrosa historia, sino todo lo contario. No se la pierda.
Elsa Bragato