JUEVES 13 DE DICIEMBRE DEL
2012.
LOS ILEGALES – LAWLESS
De John Hillcoat. Con Tom
Hardy, Gary Oldman, Guy Pearce, Shia Labeouf, Jessica Chastain, entre otros.
Música de Nick Cave y Warren Ellis. Duración: 116 minutos.
MUY BUENA. LA DEPRESIÓN
YANQUI EN UN RELATO FUERTE Y SÓLIDO
Los
Ilegales nos presenta un período de la historia norteamericana de depresión, de
falta de trabajo, de corrupción y contrabando, crudamente pintado por el
realizador australiano John Hillcoat (La carretera) con emociones ásperas en
concordancia con un paisaje ampuloso y descarnado. El guión de Nick Cave está
basado en una historia real y ficcionada en el libro “The Wettest County in the
World”, donde el autor Matt Bondurant relató algunos hechos ocurridos en su
propia familia. Los hermanos Bondurant levantaron un próspero negocio local destilando
un popular alcohol ilegal.
La
llegada de un agente especial (Gary Oldman) pone de rodillas a todos los que
destilan ilegalmente ese apreciado alcohol. La nueva ley que implanta es letal
pero extremadamente corrupta. Solamente los tres hermanos Bondurant, comandados
por el mayor (Tom Hardy), resisten con orgullo y fiereza. Este hombre se ha
ganado la fama casi mítica de un guerrero invencible e inmortal. Y hace galla
de ello, con una parquedad al estilo de Gary Cooper o Henry Fonda, pocas
palabras pero irreductible en sus decisiones más cruciales.
El
realizador John Hillcoat supo imprimirle con maestría una experiencia sensorial
a los personajes en perfecta conjunción con el paisaje, de una amplitud
subyugante. Hay además una brutalidad mayúscula en las escenas donde esta
familia se enfrenta con el nuevo agente, a quien atacan con furia. Pero no
faltan escenas contrastantes como, por ejemplo, cuando es herido el hermano
mayor y su sangre desliza su rojo sobre un paisaje nevado.
De
la eficacia actoral de Gary Oldman es ocioso hablar; lo hemos admirado en Amada
inmortal, Harry Potter, Batman Begins, entre tantos otros films. Por eso vamos
a destacar al conjunto de actores más
recientes y muy valiosos que conforman Tom Hardy, Shia Labeouf, Guy Pearse
y Jessica Chastain. Sus actuaciones y la dirección actoral conforman un todo
intachable, que juega a pleno con un texto fuerte, duro y emotivo.
Nick
Cave, colaborador de John Hillcoat, compuso a su vez una música indicental
potente, acorde con un sanguíneo film, donde conviven el amor y la lealtad en
esos tiempos tan difíciles de sobrellevar. Entre lo mejor de esta semana.
Carlos Pierre
EL HOBBIT –UN VIAJE
INESPERADO
De Peter Jackson. Con Martin
Freeman, Elijah Wood, Ian McKellen, Christopher Lee, Cate Blanchett, Andy Serkis,
entre otros. Música de Howard Shore. Duración: 169 minutos.
BUENA. MENOS DE LO ESPERADO
“El
hobbit – Un viaje inesperado” es la primera de las tres películas que está
rodando Peter Jackson sobre el libro anterior a El Señor de los Anillos que JRR
Tolkien editó en 1937. En “El hobbit”
(“dioses de la fertilidad”, que viven en pequeñas casas rodeados de bosques y
lagos, según la mitología nórdica y germánica), los personajes se perfilan y
queda bien en claro por qué el “anillo” del poder recaerá en Frodo Bolsón
(Frodo significa “sabio” en nórdico) en la magnífica primera trilogía que nos
entregó Peter Jackson, majestuosa e insuperable.
Bilbo
Bolsón (Martín Freeman) es el tío que adoptó a su huérfano sobrino Frodo
(Elijah Wood) y quien inicia una insólita aventura para reconquistar Erebor, la
montaña habitada por los enanos, desalojados por el dragón Smaug. Trece enanos
y el Mago Gris Gandalf (Sir Ian McKellen) invaden la casa de Bilbo, 60 años
antes de que se iniciara “El Señor de los anillos”. Así comienza esta larga
travesía en la que la pequeña expedición enfrentará dos batallas contra los Orcos cabalgando los feroces warcos. Azag está al frente de estos
malvados, gran enemigo del heredero
enano Thorín, hijo del desventurado soberano Thraín de Erebor; luego caerán
en las profundidades de las montañas en el submundo de los trasgos (seres que habitan sin luz, desagradables), y vivirán la batalla de los Gigantes de Piedra,
hasta soportar un feroz incendio en los bosques al borde de un precipicio. Los
pacíficos Elfos, la reina élfica Galadriel (Cate Blanchett), el mago Sarumán, y las crípticas
runas serán otros condimentos de este relato que, para el guión, tomó cuentos del libro póstumo “El Sigmarillión” y
también otros no utilizados en la
trilogía a fin de establecer un correlato coherente
entre el film y la trilogía.
El
film no nos ofrece nada que no hayamos visto. En este caso, hay secuencias,
momentos, en los que se nos aclaran algunas subhistorias. Hay una cuya
importancia destacamos: la aparición de
Gollum, sin duda lo más
sustantivo del film, con el anillo del poder (tomado
directamente de “El anillo de los nibelungos” germánico) que, por obra del azar,
cae en manos de Bilbo Bolsón.
Los Orcos carecen de esa mágica
malignidad que Jackson les imprimió
desde el primer film de la trilogía. Son burdos seres de piel grisácea y
grasienta, u viejos y queridos ogros infantiles muy feos, pero nada más. Da la
impresión de que Jackson optó por la
linealidad de los personajes para hacer funcionar los textos de acuerdo a
la nueva tecnología empleada: el HFR (High Frame Rate) y el 3D. Esto obliga a
la reiteración de efectos como las caídas de los enanos por pasadizos ocultos o
hendiduras de las montañas o puentes colgantes que se quiebran ante el primer
suspiro. Los efectos especiales provocan entonces sobresaltos en los
espectadores. Si se presta atención al texto, la repetición es obvia y cansadora aunque no menos vistosa y
fantástica visualmente.
Desde
el punto de vista estrictamente cinematográfico, hay escasez de primeros planos y, en cambio, abundancia de planos largos para dar cabida a estas estrepitosas
caídas que mencionamos, sirviendo directamente a la tecnología empleada. Esto le resta calidez al relato
transformándolo en una narración con efectos
especiales espectaculares. En líneas generales, la película se desarrolla
en oscuros submundos agobiantes muy lejos de la bella geografía neozelandesa.
Marcar falencias en una superproducción
de esta índole es sacrílego. Pero, luego de conocer la trilogía El señor de
los anillos (realizada en el sistema convencional con efectos especiales de
computación muy acotados respectos de hoy, con un trabajo casi artesanal, de
fotografía imponente y ritmo trepidante) que
marcó un hito en la cinematografía, no se puede decir que El Hobbit la
supere, salvo en tecnología. La linealidad, la reiteración a favor del HFR,
afectaron y mucho la magia del relato de Tolkien, dejándonos solo un cuento infantil que será seguido por los fans
sin conformar a buena parte del público
adulto que conquistó. Peter Jackson sucumbió a la tecnología antes que al texto, quitándole la intensidad intrínseca de la “mitología
Tolkien”. Un relato bien hecho, más de lo mismo, menos de lo esperado.
N.deR: Trilogía de El Señor de los
anillos: 1) La comunidad del anillo (2001), Las dos torres (2002) y El
retorno del rey (2003. Trilogía de El
Hobbit: l) Un viaje inesperado (2012), La desolación de Smaug (2013) y
There and back again (julio 2014).
Elsa Bragato
LA DELICADEZA
De David y Stephane
Foenkinos. Con Audrey Tautou, Francois Damiens, Bruno Todeschini, Melanie
Bernier, entre otros. Música y canciones de Emilie Simon. Duración: 108
minutos.
BUENA. BURBUJA AMOROSA TENUE,
MUY FRANCESA
Los
hermanos Foenkinos, con vasta experiencia en guiones de TV y en el campo
audiovisual en general, incursionan con esta ópera prima basada en el exitoso
libro de David Foenkinos de igual título: La delicadeza. Es una comedia
romántica diferente por la pasión
contenida y el manifiesto contraste entre los protagonistas que, por esas
cosas del amor, tienen una entrañable y diferente historia con pinceladas bien
francesas, o sea, fineza alternada con toques de humor y tristeza, y cierto
toque intelectual. El título solo se explica por el tratamiento dado, una
burbuja ideal por sobre la realidad que es cruel.
Nathalie,
a cargo de Audrey Tautou, todavía con esa aureola de fragilidad y ternura que
desgranara en “Amelie”, es una viuda que, al morir su esposo, se recluye por
largo tiempo en su trabajo, en una oficina de la singular Saint Denis parisina.
Allí trabaja Markus, encarnado por Francois Damiens (logró superar un casting
en el que no era favorito), atípico empleado de menor jerarquía. Un buen día
Nathalie se acerca y lo besa. ¿Elipsis? Sí, nada explica lo que sucede pero
ocurre y da inicio a una relación que será criticada en la empresa.
La
joven viuda renace de su soledad y aislamiento. Y se genera esta “delicada” situación amorosa que puede superar la
realidad, para nada fácil. El film no nos dice mucho más sino que nos
enfrenta a esta historia de pasión mesurada, finamente equilibrada entre el
corazón y la razón. Es delicada la protagonista, es delicado su repentino deseo
de amar, pero nada fuera de ciertos límites.
La
compositora francesa Emilie Simon, haciendo gala de la singular paleta musical
francesa, compuso canciones y música incidental acorde a este clima de
“burbuja” espiritual, dándole una fina mixtura a una historia diferente. Tono
menor en un amor de película de muy buena factura cinematográfica.
Puede
dejarnos con algunas preguntas, es cierto, pero también con la agradable
sensación de haber visto una narración sutil sobre el advenimiento del amor
como renacimiento.
Carlos Pierre
UNO
Guión y dirección de
Dieguillo Fernández. Con Luciano Cáceres, Carlos Belloso, Silvina Bosco, Camila
Fiardi Mazza, entre otros. Música de Pan Fradiavolo. Duración: 84 minutos.
REGULAR. RELATO TAN CRÍPTICO
QUE CONFUNDE
Hermética
y de difícil interpretación es esta ópera prima escrita y dirigida por Dieguillo
Fernández. Con toda la impronta de un cuento literario, transita
dificultosamente esa trasposición de lo literario a la narración
cinematográfica. Aquello que se
comprende en las páginas de un libro no siempre cristaliza en el cine.
El
guión está poblado de personajes sin desarrollo: el protagonista (Luciano
Cáceres) es un forastero que para en un pueblito, sobrellevando la angustia de
una relación amorosa fracasada. Una niña huérfana (Camila Fiardi Mazza), de
aspecto etéreo, lo está esperando. Necesita imperiosamente a alguien que la
proteja del malo del lugar (Carlos Belloso), quien quiere apoderarse del único
bien que le dejó su padre, una hostería del campo. Este forastero juega a ser
el tío de la niña y se mete en la trama pueblerina, incluso con un duelo a puro
cuchillo y sangre.
Forzando
toda nuestra atención, el guión nos resulta poco comprensible tal como está
desgranado en la propuesta cinematográfica, y quedan dudas sobre los
personajes, si el forastero vivió o no tamaña experiencia, si no ha sido
producto de su imaginación, alimentada por el tormento amoroso que padece. Un
verdadero “puzzle” que no nos satisfizo.
Carlos Pierre
W.E.- EL ROMANCE DEL SIGLO
De Madonna, con guión de
Madonna y Alek Keshishian. Con Andrea Riseborough, Abbie Cornish, James D’Arcy,
Oscar Isaac, Laurence Fox, entre otros. Música de Abel Korzeniowski. Duración
118 minutos.
REGULAR - DOS MUJERES SE CRUZAN EN EL TIEMPO
La
factura de esta nueva película de Madonna, la estrella del pop que este jueves
vuelve a presentarse en Buenos Aires, es preciosista desde los encuadres, los
planos, hasta el clima que crea. Hay fruición en la fotografía, desde planos
secuencias a primeros planos, realizada con precisión y exquisito buen gusto.
Sin embargo, el guión tiene problemas porque lo que aparece como historia
principal pronto queda sujeta a la subhistoria y resulta absurda y pequeña.
Wally bella mujer que vive, en 1998, en Manhattan, se ve obsesionada por el remate de las pertenencias de Wallis
Simpson (James D’Arcy), la norteamericana que se casó por tercera vez con
el rey Eduardo VIII, quien debió abdicar al trono de Inglaterra ante esta
pasión no aceptada por la realeza de su país. Wally pasa sus días en Sotheby’s, la casa de remates, y frente
a cada objeto de Wallis Simpson, sueña qué debió pasar con él en manos de la
duquesa. En flashbacks, el film nos retrata esas circunstancias, desde el
mantel bordado hasta el collar de perlas preciosas. Y esta historia de Wallis y
Eduardo va acaparando la pantalla
dejando a Wally como una visitante enloquecida por una historia romántica
emparentada con la realeza británica, cuyo marido no la comprende. Una fuerte
secuencia inicial, donde Wallis es pateada por su primer marido, se repite en
la vida de Wally, y la salva el custodio de las joyas, Eugeny (Oscar Isaac), un
hombre modesto de buenos sentimientos que la salva.
En
realidad, la historia de Wally pierde
fuerza, y se nota una cierta similitud con “Las horas”, incluso en la música
de Abel Korzeniowsky, si bien no es minimalista. La bifurcación del protagónico femenino es forzado y pierde la
protagonista actual frente a la importancia que cobran Wallis y Eduardo VIII.
La aparición del fantasma de Wallis Simpson no aporta nada y es, en todo caso,
un recurso facilista. Abbie Cornish
es la actriz bella que encarna a esta perturbada Wally del siglo XX quien cierra los ojos con fuerza para indicarnos
que llega otro flashback con la
historia de Wallis y Eduardo VIII. Es
casi infantil este tipo de situaciones que se reiteran. Y Wally queda, entonces, solo como un pivot que
nos permite conocer la intimidad de los duques de Windsor.
La
idea no era mala: la similitud de la vida de dos mujeres; el fanatismo de una
por la otra hace posible que surja la historia del pasado, anulando la historia
actual. Podríamos pensar que hay una
búsqueda de la femineidad que puede
incluir alguna dosis de maldad como ocurre con Wallis Simpson (la anciana
Wallis baila un frenético rock a los pies del lecho de su moribundo Eduardo
VIII) pero no con Wally, que queda reducida a una pobre de espíritu, dueña de una fragilidad psíquica notable y
esquematizada en visitas a la casa de remate. Femenino es el tratamiento
que le da Madonna queriéndonos transmitir, presuntamente, que las fanáticas se
desquician y viven la vida de terceras y no las propias. Todo puede ser. El
film tiene, esencialmente, gran belleza fotográfica. Lo demás es materia más
que opinable. No nos convenció para nada. ¿Por qué “W.E”? Son las
iniciales: “Wallis” y “Eduardo” y “Wally
y Eugeny”. Y también significa, como sabemos, “nosotros” en inglés. Muy básico
todo.
Elsa Bragato