JUEVES 20 DE DICIEMBRE DEL 2012.-
Hay dos estrenos en soporte fílmico.
FAUSTO
De Alexander Sokurov. Con Hanna Schygulla, Johannes Zeiler,
Anton Adasinsky, Georg Friedrich, Maxim Mehmet, George Friedrich, entre otros.
Música de Andrei Sigle. Fotografía de Bruno Delbonnel. Duración: 137 minutos.
MUY BUENA. “FAUSTO”, EL MITO EN UNA VERSIÓN A PURO ARTE
Alexander Sokurov regresa a la
cartelera porteña con “Fausto”, basado en los textos de Goethe y Thomas Mann,
película que obtuvo el León de Oro del festival de Venecia del 2011. Cierra,
tal como Sokurov expresó, la tetralogía sobre el poder y su corrupción, que inició en 1999 y Moloch (Hitler),
Taurus (Lenín) y El Sol (Hirohito).
Esta búsqueda de las fuerzas del
poder en el espíritu humano y cómo lo corren tiene otros antecedentes más que
auspiciosos en Sokurov, quien se define como un “hombre pobre” que aspira a que
se unan la cultura rusa con la occidental a través de esta película y exista un
acercamiento a la obra del genial Goethe: como documentalista, narró la vida de
diferentes músicos tales como Sonata
para Viola sobre Dmitri shostakovich en 1981, así como El diario de San
Petersburgo – Mozart y el Requiem en el 2004, y Elegía de vida sobre el gran
violoncellista ruso Rostropovich (2006), asiduo visitante de la Argentina.
No veremos el Fausto tradicional
sino la alegoría literaria de Goethe y Mann en la que se basó Sokurov, muy
conocido aquí por “El arca rusa” y los largos planos secuencias con los que
filmó en el hotel Hermitaje de San Petersburgo un docu-ficción que todos hemos
admirado.
A su vez, cada plano de Fausto
nos remite a obras de arte pictóricas, especialmente de los pintores flamencos David
Teniers y Herri met de Bles (sugerimos chequear sus respectivas obras),
abigarradas escenas con personajes medievales, con la tonalidad exacta que uno
presume correspondía a esos tiempos. Y, en este caso, hay que destacar la unión
profesional de Sokurov con su fotógrafo Bruno
Delbonnel: ambos le dieron al film la textura visual que se disfruta.
Este Fausto, que encarna Johannes Zeiler, es un oscuro académico
que se pregunta dónde está el alma en esos cuerpos que va analizando y que se
nos presenta como un ser débil, plagado de inseguridades y asediado por
Mefistófeles (a cargo de Anton Adasinsky).
¿Es verdadero este diablo?¿Es el deseo del poder tan fuerte que Fausto podría
cometer cualquier locura? Sokurov mete la cámara en el espíritu de Fausto, nos
permite verlo en su cotidianeidad, con un entorno que nos permite justificar
este apetito creciente por ser más, por tener poder y así creer que se lo tiene
todo.
Sin embargo, debemos acotar que la magnificencia visual superó a la
trama y muchas veces queda más en una delectación fotográfica que en una narración
con sustento.
Es infrecuente el altísimo nivel
artístico que Sokurov logra en la narración audiovisual, hay un preciosismo
unido a la gravedad y oscuridad propias de los textos alemanes del siglo XIX que
se arrastran del siglo anterior, XVIII, cuando Europa se vio sacudida por
replanteos filosóficos profundos, pragmáticos algunos y hasta agnósticos.
Si vemos el film sin haber leído
el Fausto de Goethe-Mann, estaremos viendo una realización fantástica que nos
meterá el aguijón de la curiosidad sobre este mito. Si conocemos el Fausto,
descubriremos una vez más el talento de un gran maestro del cine que ha logrado
llevar a la pantalla los pelos y señales de la narración literaria. Es extensa
la película, es cierto, pero es atrapante aún con esta fruición por lo estético
más que por lo argumental
Elsa Bragato
TENGO GANAS DE TI
De Fernando González Molina. Con Mario Casas, María
Valverde, Clara Lagos, entre otros. Música de Manuel Santisteban. Duración: 124
minutos.
MALA. NOS CAYÓ DE ARRIBA UN FOLLETÍN TRILLADO Y RAMPLÓN
Después del éxito de “3 metros
sobre el cielo”, basado en una novela de
Federico Moccia, el realizador Fernando González Molina llevó al cine a más de
un millón y medio de espectadores en España en el 2010. Y decidió encarar la
segunda parte, que es ésta. El primer film jamás se vio en la Argentina así que asistimos a una “continuación” que
nos cae de arriba y que, en principio, pierde sentido por ese motivo.
Sin detenernos en el argumento de lo que no vimos, que
quede claro, vemos en esta segunda parte un retrato sobre las dificultades de convertirse en adulto, sobre las
complicaciones de volver a enamorarse después de un fracaso amoroso. Es un
cabal triángulo formado por Hache (Mario Casas, joven actor muy reconocido en
su país), Babi (María Valverde, primer amor que se ha desdibujado con ausencia
y dolor) y Gin (Clara Lago), la segunda oportunidad para Hache. Estos
personajes tienen un contexto poblado de fantasmas en Londres, en la enigmática
Barcelona nocturna y lluviosa. Pero no se produce empatía con nuestra
calidad de público aunque se muestren las fiestas barcelonesas con tragos,
motos, peleas, sueños, que son los
estertores de la Europa rica que se ha extinguido. La fiesta ya fue.
Nadie duda de la belleza física
de Mario Casas, que provoca delirio en las españolas, tal vez aquí también, y
el encanto milenario de dos fantásticas ciudades como Londres y Barcelona. Pero no escarbemos porque el material no da
para más: asistimos a una ramplona historia, una endeble y pasajera
narración de casi dos horas, sobre una historia trillada, sin encanto, que nos
resultó antigua por su falta de
profundidad, por sus personajes tan poco delineados, por la inconsistencia de
un estilo de vida que no va más. Es un film trillado, que resulta hasta
soporífero, no porque las historias de amor lo sean, sino porque el tratamiento es tan poco convincente que, si el
director no tiene fuerza en su propuesta, qué se nos puede pedir a los
espectadores. No pierda su tiempo.
Carlos Pierre