JUEVES 9 DE FEBRERO DEL
2017.-
Cinco estrenos llegan a
la cartelera del país. Entre ellos, la animación “Lego Batman”, de Chris Makey,
continuación de “La Lego película”. Es muy divertida y resulta una maravilla de
la tecnología. No supera a la primera.En The Guardian, Steve Rose afirma:
“Expresiva, cinematográfica y subversiva sátira de Gotham City”. También se
puede ver “Yo sé lo que envenena”, de Federico Sosa, film nacional presentado
en el 2014 en la 29 edición del Festival Internacional de Cine de Mar del
Plata. Está dirigida a los jóvenes metaleros, narración bien construida con interesante
fotografía.
NERUDA
De Pablo Larraín. Con
Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán, Diego Muñoz, Emilio Gutiérrez
Caba, y Alejandro Goic. Música de Federico Jusid. Duración: 107 minutos. Buena
Vista Internacional.
XXXXX – POETA EN APUROS
Nunca se habla de Delia
del Carril, la esposa argentina de Pablo Neruda, el poeta chileno que
conmocionó la cultura de este continente por su poesía, romántica y expresionista
a la vez. Coincidentemente, el director chileno Pablo Larraín contrató a la
actriz argentina Mercedes Morán, quien cumple el rol de “Delia”, la esposa
argentina del poeta chileno.
Delia y Pablo se
conocieron en Madrid en 1934; ella venía de una familia aristocrática argentina
y él era un poeta joven chileno que tenía cargos oficiales (cónsul, embajador) siendo
la voz libertaria del Comunismo. Delia del Carril fue el soporte de Neruda y le
dio el impulso para que su nombre brillara en el mundo. Fue Delia quien lo
llevó a editorial Losada, gracias a sus conexiones, siendo nuestro país el
primero que editó los poemas del chileno.
El film narra la
persecución de la que fue objeto Pablo Neruda cuando asumió el gobierno Gabriel
González Videla (apellido siniestro si los hay para los argentinos) y proscribió
al Partido Comunista (1948) al que Neruda y su mujer pertenecían, cumpliendo él
con un cargo como funcionario. Vale recordar que Delia fue la segunda esposa
ilegal del chileno, dado que nunca se le concedió el divorcio de Maruca, la
holandesa con quien tuvo una niña a la que abandonó en Londres. La pequeña
falleció a los 8 años sin ver a su padre.
Larraín toma no solo la
persecución política, encarnada por Gael García Bernal como “Juan” el
detective, sino que exagera el estilo de vida pantagruélico, barroco, que Pablo
Neruda llevaba. Solo con visitar su casa de Isla Negra se observa su afición
por las reuniones, los disfraces, los licores, y la desbordante sexualidad de
la que hacía gala. Le gustaban las fiestas con amigos, las colecciones de
caracoles, y las mujeres. Neruda consigue ser, en manos del excelente Pablo
Larraín, un personaje valioso para el cine. Y uno de los valores de esta
película reside en los climas, en la atmósfera, que recrea Larraín, así como en
la ambientación de la década del 40.
Neruda fue un burgués
con ideas comunistas, que se valió de sus contactos políticos para ser
embajador o cónsul en distintos países del mundo. Esto no le quita ni un ápice
de mérito a su grandiosa poesía. Larraín lo sabe pero va más allá y recurre a
una superficción, sin abrir juicio alguno. La narración, en este sentido, habla
por sí misma. La persecución transforma la biografía en un policial. Y refleja
un intenso momento en la vida de Pablo Neruda.
Para Pablo Larraín (Oso
de Plata en Berlín por “El club”), es una película “nerudiana” más que una
biografía. Y, aún con voz en off y diálogos excesivos, surge la figura de
Neruda menos conocida, aquél que fue extremadamente burgués en sus costumbres,
aunque amó el comunismo y no soportó la última dictadura militar de su país,
que le destrozó su casa en Santiago, La Chascona. Extravagante en la narración,
Larraín capta el espíritu de Neruda con muchas secuencias que caen en la
exageración. Mercedes Morán cumple con un rol magnífico y reparador al encarnar
a Delia del Carril, la mujer que toleró las infidelidades de su amado esposo y
que murió en la pobreza a los 104 años en Chile, país que adoptó.
Es una película loable, irreverente, que
muestra la cara del Nobel de 1971 más desconocida (la que se descubre al
visitar sus tres famosas casas en Chile). Aún con alegorías extremas, Larraín
muestra a un Neruda más real, aquél que no se descubre en “Los versos del
Capitán”.
Elsa Bragato
50 SOMBRAS MÁS OSCURAS
De James Foley. Con
Dakota Johnson, Jamie Dornan, Kim Basinger, Eric Johnson, entre otros. Música
de Danny Elfman. Duración: 118 minutos.
XXXXX – MORBO SIN EROTISMO
Frente a “50 sombras
más oscuras” sentimos lo mismo que en la anterior, “50 sombras de Grey”: nada.
O bien la exposición de sadomasoquismo con cierta complejidad de personajes, o
sea, más caracteres que ingresan a la vida de “Anastasia Rose Steele”(Dakota
Johnson) y “Christian Trevelyan Grey” (Jamie Dornan). Las ex del apuesto
millonario entran a tallar en la historia.
Salvo esta complejidad,
si es que lo es, estamos frente a una narración que exprime el morbo y, con la
pátina de “film comercial prohibido para menores de 16 años”, James Foley da
rienda suelta a la inexpresiva relación sexual de los protagonistas. Dakota Johnson
lleva en sus genes la actuación pero el bello de Jamie Dornan mantiene su
hierático rostro de modelo, al que no se le mueve un músculo. Frío como el
guión mismo, o la dirección que Foley impone a secuencias que deberían hacer
derretir a la platea.
Es la segunda película
de la trilogía “50 sombras de Grey” escritas por la inglesa E.J. James, faltando el estreno de la tercera
película, o spin-off, de ésta, titulada “50 sombras liberadas”, ya en rodaje.
“Anastasia” vuelve a
caer en las redes de “Grey” quien logró que la joven estudiante de literatura
no pudiese olvidar la mezcla de sexo con masoquismo. Ese “bichito” le quedó en
el alma, y, a pesar de que se trata de sexo sin compromiso, algo pasará en el
alma del frío Grey. No mucho más.
Llama la atención el
armado narrativo, que no sale de ese trucho minimalismo, por no decir ausencia
de creatividad, para mostrar una historia en la que el sexo es el motor de
diálogos y acciones, aunque se hayan buscado otras opciones. La falta de diálogos
superadores es aplastante. En estos tiempos, la captación de la voluntad de una
joven inexperta tiene leyes condenatorias, por lo que la intención de “captar”
la ilusión de miles de jóvenes espectadoras es una forma poco digna de atraer
al público. Ni clima ni “climax” ni actuaciones rescatable, ni erotismo. Es una
película prescindible. Las entradas están caras.
Elsa Bragato
INTRUSOS (SHUT IN)
De Adam Schindler. Con
Beth Riesgraf, Rory Culkin, Jack Kesy, entre otros, Música de Frederik Wiedmann.
Duración: 90 minutos.
XXXXX- CLAUSTROFÓBICO ABURRIMIENTO
La película “Intrusos”
está dividida en dos partes: la primera es la intrusión de tres forajidos en
una mansión destartalada; su único fin es el robo de un dinero guardado por la
dueña. La segunda parte, sumamente impredecible, es la decisiva reacción de
esta mujer que padece de agorafobia desde hace diez años.
Con muchos elementos a
entera disposición del terror, el realizador no supo congeniarlos, utilizarlos
con profundidad y tino. En primer lugar, no desarrolló los personajes: los tres
ladrones carecen de fuerza y de verdadera brutalidad, características que se
mantienen durante toda la narración. Otro personaje, el del joven delivery de
la comida, está desaprovechado, mostrándose con una exagerada languidez si bien
es, de alguna manera, el “quid” o la llave para que suceda lo previsto en el
guión. Solamente la protagonista, Anna, sostiene el suspenso de esta suerte de
policial que intenta virar hacia el terror. Su padecimiento y luego su reacción
la salvan de la endeblez que arrastra este thriller aburrido, aún con muertes y
sangre, y la deplorable matanza a martillazos de un loro, inocente mascota.
Aunque se haya hecho por computación, el hecho es deleznable e innecesario.
La falta de un ‘pathos’
agresivo en los forajidos, resultando así unos verdaderos papanatas, el giro
del film mostrando a Anna con insólitos recursos para desalentar a intrusos y
violadores, son el verdadero motivo de toda la narración. Existe un
inexplicable derroche de elementos dramáticos que hubiesen otorgado realismo al
drama en la mansión. El encierro, el “shut-in” del título en inglés es la
trampa para el espectador más que para Anna o sus tontos ladronzuelos.
Claustrofobia y aburrimiento, además de una gran frustración, son las
sensaciones que tiene el espectador al salir de la sala: el terror prometido nunca
apareció. Sin embargo, para el realizador Schindler se abre un mundo
interesante laboral a partir de esta ópera prima. Sin duda, mejorará en las
próximas producciones.
Carlos Pierre