JUEVES 14 DE
AGOSTO DEL 2014.-
Hay tres
estrenos que varían en sus títulos según se tome en cuenta films que van a
salas alternativas, no comerciales, o no.
“Tortugas Ninja”
es una película muy esperada por la platea pequeña, en 3D, que trae a estos
reptiles a la pantalla, luego de la acertada creación de Kevin Eastman y Peter
Laird en los 80. No es un film para comentar, es más de lo mismo como solemos
decir, efectos especiales a troche y moche y una historia banal. Para comer
pochoclo y no pensar, por lo que nos ahorramos la crítica.
También se estrena "Amancio Williams", hijo del gran músico Alberto Williams, arquitecto afamado de "La casa sobre el arrojo", por ejemplo. Tuvo estrecha conexión con el gran arquitecto Le Corbusier cuya única casa en el país está en La Plata. Va a sala off Corrientes.
GRACIAS POR
COMPARTIR
Guión y
dirección de Stuartblumberg. Con Mark Ruffalo, Gwylneth Paltrow, Tim Robbins,
Pink, Josh Gard, Joely Richardson, Alecia Moore, entre otros. Música de Craig
Wedren. Duración: 112 minutos.
BUENA.
INTERESANTE COMEDIA SOBRE EL SEXO
“Gracias por compartir” de Stuart Blumberg tiene dos claras vertientes: la
romántica, que desarrolla la pareja protagónica formada por Mark Ruffalo y
Gwylney Paltrow, y la adicción al sexo como tema central. Si repasamos la
filmografía de Blumberg, es un tema recurrente bajo diferentes ópticas. La
pareja en cuestión deberán sortear los obstáculos que surgen por la adicción de
él y la desmesurada soberbia de ella.
Es una comedia dramática en un contexto adulto y de
inteligente narración, enmarcado en la ciudad de New York y su fascinante
Central Park.
Blumberg va más allá: no es una adicción al sexo
casual o surgida naturalmente. Apunta a mostrarnos todo lo que nos rodea en la
vida cotidiana y que nos impulsa a diferentes adicciones, desde la fast food
hasta las cirugías estéticas y el sexo también.
La cura surge en un grupo anónimo que se reúne para desentrañar el
origen de la adicción y se encuentran numerosos puntos en lo que nos rodea,
desde las imágenes sexuales que surgen en los comerciales de la televisión
hasta en las publicidades gráficas callejeras. La “adicción visual” es el
disparador. Y a partir de esto Blumberg nos señala otras que pueden surgir por
la polución visual: la bulimia, la droga, el alcohol. El entramado social está
enfermo.
La película es dinámica, sumadas a la efervescencia
neoyorquina, el ir y venir de sus habitantes, de los turistas, y la actitud de
los adictos “a la fuerza”, podemos agregar, que encuentran los disparadores a
la vuelta de la esquina o enfrente de sus ojos.
Hay secuencias muy simpáticas, reideras, matizadas
con canciones y hasta con la alegre sinfonía italiana de Mendelssohn y la
profunda partita de Bach.
La pareja Ruffalo-Laltrow es un hallazgo, los dos
aportan apostura y credibilidad a la comedia dramática, y la solvencia
características de los profesionales que transitan los sets. Destacamos los
papeles secundarios de Josh Gard y el gigantesco Tim Robbins, con lo que se
cierra un círculo áulico de actuaciones.
Es una película muy atractiva para el público joven
pero adulto con un tinte aleccionador que está lejos de ser moralina: nos
muestra el desmesurado crecimiento audiovisual al que estamos sometidos y sus
consecuencias en diferentes adicciones que podemos contraer, según la debilidad
de cada uno. Un retrato social y una buena comedia. Dos elementos muy
atractivos.
Carlos Pierre
EL DÍA FUERA DEL
TIEMPO
De Cristina
Fasulino. Con Gonzalo Urtizberea, María Marull, Paula Marull, Jorge Booth,
entre otros. Música de Marcelo Ferreyra. Duración: 89 minutos,
REGULAR. MEZCLA
RARA E INCONEXA
“El día fuera del tiempo” intenta conectar la
cosmogonía maya con las atrocidades de la última dictadura militar y las
consecuencias en dos hermanas, las actrices María y Paula Marull, dentro de un
policial. El film se abre con una voz en off y las manos de una criatura que
dibuja indicándonos que, según el calendario maya, de 18 meses con 20 días cada
uno, en el mes de julio caen cinco días que no pudieron ser tenidos en cuenta y
se consideran “aciagos”, malditos. Pasados éstos, el año nuevo se inicia.
En 1987, en una escuela franciscana, se produce la
muerte de la profesora de catequesis, no querida por los alumnos ni compañeros,
en la biblioteca. Aparece el detective, encarnado por Gonzalo Urtizberea, que
inicia la pesquisa poniendo en jaque a los integrantes de la comunidad
religiosa, la escolar y dependiendo del dibujo al azar que hizo la sobrina de
la profesora de música. Su mamá está recluida luego de ser “chupada” por la
dictadura militar y tener a la niña en un ocasional “touch and go” con un
enfermero ahora devenido en sacerdote pero sin los hábitos franciscanos. Su
hermana, la profesora, es quien la lleva al colegio.
El guión no tiene sentido. Salvo la parte
estrictamente policial que encabeza Urtizberea, lo demás se cae por su
inexistente peso, confuso, y sin goyete, para ser más claros.
La niña Ariadna está en la picota. Genaro, el
portero, no se salva. Y el seudo sacerdote cobra una relevancia incoherente.
Hay secuencias que así lo comprueban: una, es el encuentro amoroso, repentino,
entre el seudosacerdote y una de las hermanas, la que va al colegio con su
sobrina. Y la secuencia en la que ésta decide escaparse con él, se lo informa a
su hermana (quien vive enclaustrada por lo sufrido, madre de Ariadna), tomando
apenas un bolsito de mano para no volver más. Uno piensa que se marchó, que
tomó el tren o el avión. Pero no… Aparece de la nada en una plaza cercana a la
casa donde camina su amado, que quiere recuperar a la niña porque es el padre...
Es una pena que todo sea tan inconexo. Hay una
buena dinámica o ritmo narrativo pero el guión no tiene asidero alguno. Algunas
actuaciones son buenas o están acordes con sus papeles. Pero el resto hace
agua. Todo se derrumba ante el apuro por cerrar historias que tampoco nos
resultaron claras. Otras fueron muy mal coreografiadas como la pelea en la
puerta del colegio, decir pueril es poco.
Lamentamos el tenor del comentario crítico. No nos
gustó. Y quedamos sin comprender la relación con la cosmogonía maya.
Elsa Bragato