PANTALLAZOS (CRÍTICAS DE BRAGATO Y PIERRE)

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jueves, 13 de septiembre de 2012

QUÉ VOY A HACER CON MI MARIDO, SALVAJES, LA COLA, TOPOS, LA APARICIÓN, ESTRENOS JUEVES 13

JUEVES 13 DE SETIEMBRE DEL 2012.-

Hay seis estrenos. No comentamos “El periodista”, de Diego Recalde.

QUÉ VOY A HACER CON MI MARIDO?

De David Frankel. Con Meryl Streep, Tommy Lee Jones, Steve Carrell, entre otros. Música de Theodore Shapiro. Duración: 100 minutos.

MUY BUENA. MERYL STREEP Y TOMMY LEE JONES EN UNA EMOTIVA Y REALISTA COMEDIA

Estamos frente a una comedia con una alta dosis de realismo entre dos personajes comunes y corrientes. Se trata de una pareja que lleva tres décadas de casada y durante este tiempo se han ido anquilosando sus fibras amatorias. Kay (Meryl Streep) vive en un hogar monótono junto a Arnold (Tommy Lee Jones), un marido que es cascarrabias y cuya rutina se desliza entre el trabajo y el deporte por televisión. Kay quiere romper el tedio de conyugal y busca a un renombrado especialista en terapia de parejas (Steve Carell), quien ejerce su profesión en un pequeño pueblo de Maine, llamado Hope Springs. Esta locación da título original en inglés al film.

En las idas y venidas de la pareja encontramos una lúcida mirada y muy divertida además del paso inexorable del tiempo que suele cubrir con una pátina de rutina fastidiosa la vida de las parejas. La incitación al cambio y el ir hacia un resurgir del apetito sexual están encarados por la esposa que no se resigna a ver cómo se marchitan tantos años de vida en común.

David Frankel ha recurrido a un sinnúmero de situaciones en el transcurso del film para “ayudar” argumentalmente a la pareja a encontrar el cambio que anhela la esposa, de modo tal que el espectador solo debe dejarse llevar por la narración y disfrutarla. Por otra parte, la belleza de Maine, que parece detenido en el tiempo, ayuda a crear un clima favorable tanto para el espectador como para la historia, con dos soberbios protagonistas que nos hacen emocionar con sus cuitas, sus vaivenes y sus esfuerzos por salvar un gran amor.

Con fracasos, compartiendo culpas y olvidos, la pareja de Kay y Arnold empieza a subir una empinada cuesta que no es más que el reflejo de muchos matrimonios en cualquier parte del mundo. En esto hay que reconocer un gran acierto en el guión de Vanessa Taylor quien sabe llevar con pluma avezada la situación de una pareja, a punto de sucumbir por el aburrimiento, hacia caminos salvadores.

De principio a fin disfrutamos de una buena comedia, realista y, también, mágica, con dos actores de raza que no dejan de asombrarnos por su madurez interpretativa y nos deleitan con una química poco usual. En otros aspectos, la comedia transita por los carriles normales de este tipo de realización. El hallazgo reside en las figuras elegidas para interpretar a este matrimonio semigastado y cómo Meryl Streep y Tommy Lee Jones hacen suyos tantos vaivenes a través de una comedia muy agradable y con algo de moraleja: siempre se puede estar mejor.

Carlos Pierre

TOPOS

De Emiliano Romero. Con Lautaro Delgado, Leonor Manso, Gabriel Goity, Pompeyo Audivert, Ludovico Di santo, Mauricio Dayub, entre otros. Música de Germán Suane. Duración: 100 minutos.

BUENA. ALEGORÍA SOBRE LA INJUSTICIA SOCIAL

Con una estética diferente, Emiliano Romero se mete en una historia tragicómica, por momentos grotesca, dándole una materialidad barroca a su propio guión. Hay un gran despliegue de recursos escenográficos y de vestuario, así como la música y la participación de numerosos actores de primer nivel resultan armas contundentes para llevar a cabo el objetivo del film que es mostrarnos quiénes son los “topos” sociales, según su visión. La utilización de la cámara Red One 4 K es de gran ayuda por su ductilidad en las secuencias subterráneas, por lo que destacamos este aspecto técnico.

En realidad, es una alegoría movilizadora sobre los “desplazados” en una academia de baile donde sus directores, a cargo de Leonor Manso y El Puma Goity, secundados por el preceptor que encarna el circunspecto Pompeyo Audivert, conforman un terceto perverso y manipulador.

A estos “desplazados” que están en la superficie, a los que no lograron aprobar sus audiciones como bailarines, se los ha aislado y condenado a vivir bajo tierra. Son los “topos” del título del film, que se arrastran por túneles donde los techos son tan bajos que nadie puede estar de pie, jamás están erguidos, y solo tienen las sobras de la sociedad de la superficie para alimentarse. Mientras tanto, en la academia de baile, “arriba”, los alumnos inscriptos son obligados a permanecer encerrados y bajo condiciones nada agradables. Esta situación se ve alterada cuando un nuevo alumno (Ludovico Di Santo) es secuestrado por el hijo del líder de los “topos” (Lautaro Delgado), quien asciende a la superficie y lo “reemplaza”. Maltrecho por estar tanto tiempo en el subsuelo y agachado, inicia su transformación, erguirse por ejemplo, para tratar de convertirse en un gran bailarín.

Si vemos al film en forma lineal, la estética de Romero resulta innovadora y el tema puede resultarnos críptico. Si, en cambio, vemos más allá de las imágenes, estamos frente a una alegoría social con fuerte crítica hacia los desplazados de cualquier índole. La danza, la escuela, son solo metáforas de una sociedad que condena sin miramientos a una gran mayoría de ciudadanos sin importarle sus capacidades ni siquiera su condición de ser humano “prima facie”. Es un film interesante pero, por otra parte, es una película para cinéfilos por su estética, por su forma de contarnos una historia que nos toca a todos en algún punto.

Carlos Pierre

LA APARICIÓN

De Todd Lincoln. Con Ashley Greene, Sebastian Stan, Tom Felton, Julianna Guill, entre otros. Música de Toman Dandy. Duración: 82 minutos.

MALA. FANTASMAS INSISTENTES EN DESPROLIJA VERSIÓN

Jugar con la copa, llamar a los espíritus más “bajos”, no suele ser aconsejable. Al parecer, pueden regresar y no irse más. Más o menos éste es el quid del argumento de este film de Todd Lincoln, quien se basa en un experimento realizado por jóvenes universitarios hace un par de décadas (concretamente, década del 70). Y, ya en el presente, una pareja de ellos no tiene en cuenta que el pasado vuelve si no se cerró bien la puerta.

Ben y Kelly (Stan y Green) arman su vida en común aunque ella desconoce qué hizo su pareja en el pasado, si bien comparte su afición por lo sobrenatural. Lo curioso es que Ben está tan joven como hace más de 30 años… Aquí el guión empieza a mostrarnos ciertos desniveles de producción, además, que nos advierten sobre lo que vendrá: un desaguisado de ruidos, un moho bastante desagradable que sería “otra cosa”. Este moho crece, inunda la base de la casa, se mete en la cocina, y el ambiente se torna tontamente peligroso. Todo lo que viene lo sabemos, con computación y algo más de tecnología que en los 70. Aunque estas películas de terror no nos ofrecen nada nuevo, por lo menos hay que cuidar detalles de producción que no las hagan tan poco creíbles y tan desprolijas. Los personajes sin el paso del tiempo, un guión que hace agua por todos lados por sus diálogos elementales, sustos ya conocidos y efectos pobres, sintetizan esta película de terror que puede entretener y, al mismo tiempo, hacernos reir, un hecho positivo para liberarnos de la adrenalina laboral. Nada más, y es poco.

Elsa Bragato

SALVAJES

De Oliver Stone. Con Taylor Kitsch, Blake Lively, Aaron Johnson, John Travolta, Benicio del Toro,Salma Hayek, Demián Bichir, entre otros. Música de Adam Peters. Duración: 131 minutos.

BUENA. STONE EN SU SALSA: SÁTIRA IMPIADOSA SOBRE LA DROGA Y LA MUERTE

Oliver Stone regresa con un film muy afín a toda la carga de ser un ex soldado de la guerra de Vietnam: la frialdad de los ex marines, la adicción a las drogas y un rencor y hastío por la vida a ultranza, temas que el realizador de JFK siempre mencionó en casi todos sus reportajes. “Salvajes” nos muestra el mundo de jóvenes productores de marihuana de gran calidad en el sur de California, en la zona de Laguna Beach, donde las mansiones sobre los acantilados son el “hábitat” común de sus habitantes, enfrentados a los dealers mexicanos de la cercana Tijuana, comandados por Salma Hayek, exagerada y poco creíble como casi siempre. Se trata de un trío, compuesto por Chon y Ben que comparten el amor de la aburguesada “O”. O bien un Oliver Stone que está presente por la primera vocal del nombre de la joven. ¿Un hombre atravesado por un amor indeciso como su personaje femenino? Todo puede ser.

Malos y buenos a ambos lados de la frontera, que no parece ser tan segura como el ex presidente Bush imaginó y construyó. Los mexicanos ven a los americanos como débiles, venales y traidores, mientras que los americanos ven a los mexicanos como salvajes, cruentos, sangrientos, brutales. Sin embargo, tienen conexiones entre ambos y la principal está dada por un agente de la CIA que compone John Travolta, gordo y pelado y afeado, suponemos que para la ocasión. Lejos de ser el “más malo”, como en Pulp Fiction, aquí es un venal, corrupto empleado de los servicios de inteligencia de su país que juega para los unos y los otros.

Salma Hayek es la “patrona” de tantos hombres feos y malos del lado mexicano, con un Benicio del Toro que espanta, y que realmente realiza un gran papel. Desagradable por donde se lo mire pero con destreza actoral innegable. Y aquí empieza la fábula: no es creíble que una mujer pueda dominar a tantos “malotes” y fieros hombres, no se sabe por qué, cuàl es el don con que los domina. No parece ser el dinero, no parece ser el sexo, no parecen ser nada más que ella y su tonito de voz. Y no es creíble.

Los dos jóvenes americanos son contratados casi a la fuerza por los malos que comanda Hayek bajo la presión que les ejerce el personaje de Travolta. El rapto de la joven O complica las cosas hasta límites insospechados y comienzan las venganzas, las torturas, los latigazos, las vejaciones, que se comprenden dentro del mundo propuesto por Stone, pero no la presencia de Hayek como “mandamás” de los mexicanos. Hay otro talón de Aquiles en la ficción para esta diminuta actriz millonaria (también en la vida real): su hija Magda, que será raptada por los americanos. Así es la cuestión: ojo por ojo, diente por diente.

El film está narrado por la joven O que nos explica, de entrada, que no sabe si al final estará viva o no. Y va contando su vida con los dos jóvenes, uno de ellos terriblemente calculador Chon), sin alma, porque ha estado en las guerras de Irak y Afganistán y solo el sexo le saca la ira del alma. Pero no sus malos hábitos que se resumen a consumir droga, a fabricarla y a matar a quien se le pone en el camino. Ya no es “marine”. Ahora es SEAL (es la unión de Air y Land, y corresponde a las fuerzas de operaciones especiales de la Armada de los Estados Unidos que intervinieron en Irak y Afganistán, los Navy Seals). “Ben” (Aaron Johnson) es su opuesto, pero ambos la comparten y los tres viven un período de estabilidad emocional y de placer.

La historia atrapa, es cierto, pero intuimos desde el vamos que es una sátira impiadosa sobre los dealers, la ingenuidad y el alma salvaje de los ex soldados americanos, la sanguinaria fuerza de los narcos mexicanos, y la corrupción de funcionarios americanos que solo aspiran a vivir bien, aunque en el camino queden muchos decapitados, literalmente. Y esta intuición temprana le hace perder bastante atractivo a la historia, aunque la narración nos mantendrá en vilo.

¿Quién es el salvaje aquí, quién es el civilizado? Ésta es una de las preguntas que nos deja Stone. Y no se nos puede escapar su crítica a la política militar norteamericana y las consecuencias en sus jóvenes soldados, se llamen marines o seals.

A nivel técnico, la narración de Oliver Stone recurre a los recursos de la narrativa audiovisual tradicional: algo de blanco y negro, algo de sepia, montajes abruptos que muestran sin mostrar una decapitación, por ejemplo, y genera un constante clima de sobresalto, un logro por cierto. Hacia el final no todo está dicho. O nos acercamos a Romeo y Julieta en medio de tiroteos y sangre por doquier o la resolución es la que esperamos. Todo está contado, explicado, detallado por Stone a través de su “alter ego”, O. Atrapante, sanguinaria, con algunas flaquezas, pero un film fuerte dentro de la sátira sanguinaria. Finalmente, a Oliver Stone, en este tipo de films que lo definen, hay que “leerlo” en sus entrelíneas.

Elsa Bragato

LA COLA

DE Enrique Liporace y Ezequiel Inzaghi. Con Alejandro Awada, Ana María Picchio, Lucrecia Oviedo, Antonio Gasalla, Alberto Anchart, Aldo Barbero, Enrique Liporace, entre otros. Duración: 104 minutos.

BUENA. UNA COMEDIA SIN VUELTAS, SINCERA Y MUY PORTEÑA

Un “oficio” enraizado en nuestro folklore urbano es el del “colero”, o sea aquella persona que pasa largas horas haciendo cola para un evento a cambio de dinero por parte del usuario que debe ir a trabajar, por ejemplo. Sobre este “trabajo” se basa la historia de Félix Cayetano Gómez, a cargo de Alejandro Awada, un hombre que nace un 7 de agosto, día del patrono del trabajo San Cayetano en nuestro país en medio de una peregrinación.

Su primer nombre, Félix (feliz) no representa su situación económica y espiritual actual ya que vive con su esposa (Ana María Picchio) en una humilde pensión y se dedica a ser “colero” como único modo de vida para subsistir o soñar con visitar a su hija Yanina (Lucrecia Oviedo) a quien él cree viviendo en París como actriz. Desconoce la realidad y ésta es que la chica jamás salió de Buenos Aires y lucha por eludir la miseria de sus papás.

El guión de Liporace e Inzaghi está basado en un cuento del propio actor y director, Enrique Liporace, referido a un “colero”, a sus precariedades y a su anhelo de formar un sindicato que los agrupe y los proteja.

Conocedor de la urdimbre porteña, Liporace sabe impregnar al film de nuestros usos y costumbres ciudadanos de una manera directa y realista. Recorre con su cámara las largas colas de devotos del 7 de agosto frente a la iglesia de Liniers para pedir pan y trabajo a San Cayetano, por ejemplo, el del espigado trigo. Antonio Gasalla aparece como el cura de la iglesia y estuvo gustoso de participar gratuitamente del film de su colega Liporace (comparten el escenario de Más respeto que soy tu madre). También aparece el recordado Alberto Anchart por el mismo motivo.

Las desventuras del protagonista están lejos de ser un grotesco sino que nos muestran de una manera fiel esa nueva forma de ganarse la vida que existe en esta ciudad, ser “coleros”. Y hay porteñidad y hay autenticidad en este relato sencillo pero bien realizado que nos regala Enrique Liporace, un reconocido actor de teatro, televisión y cine que ahora llega a la pantalla grande con un largometraje. Es una comedia sin vueltas y agradable.

Carlos Pierre